La impronta pre-romana (ibérica) está bien marcada por yacimientos como la Cueva de la Zorra y la Hoyica del Río; Pulpillo, Marisparza, Torrejones y la Casa de la Ermita. No contamos con un poblado fortificado como ocurre en áreas próximas (El Amarajo, Bonete; Meca en Ayora o Coimbra del Barranco Ancho en Jumilla>, el poblamiento ibérico estará localizado en pequeños establecimientos agrícolas en llano que a la postre, y desde el siglo I d.. serán potenciados durante el dominio romano, convirtiéndose "villas rústicas" (las cuatro ultimas referenciadas), dedicadas a la explotación de la vid, olivo y esparto, constatándose un extraordinario desarrollo económico en la zona, perfectamente comunicada con el trazado viario romano. El mayor esplendor de estos centros agrícolas nos sitúa desde la segunda mitad del siglo III d.C. hasta principios del siglo V d.C. Desde esa fecha y hasta el siglo XI nada o muy poco sabemos del acontecer histórico en estas tierras, quizá la respuesta esté en el Cerro del Castillo, a cuya falda norte, se encuentra la actual ciudad de Yecla.
Yecla, área de transición entre el Levante y la Meseta, se ha configurado desde la Prehistoria como zona de convergencia de culturas. Sus recursos agrícolas y ganaderos, y en cierto modo su privilegiada situación geográfica, ha sido factores esenciales para el desarrollo humano. Las primeras manifestaciones del hombre nos sitúan en el Paleolítico con dos buenos ejemplos en los yacimientos de La Fuenta y la Cueva del Lagrimal. Mejor conocido es el Neolítico (V milenio a. C.). Las muestras de cerámica cardial o montserratina, así denominada por su técnica decorativa y lugar de procedencia, junto con la magnífica industria lítica asociada a ésta, sitúa al yacimiento del Monte de lo Secos entre los mejores ejemplos del neolíco peninsular Sin embargo, la Joya de la Prehistoria en nuestro municipio, es sin lugar a dudas el donde se encuentran las pinturas rupestres de los Cantos de la Visera y la Cueva del Mediodía. En ellas el naturalismo y el esquematismo se muestran con toda gran expresividad en figuras simbólicas de difícil interpretación, a través de las cuales el hombre han reflejado su paso por este lugar desde el V al II milenio a.C. Lo simbólico y lo mágico se acentúa más cuando observamos las esculturas (cazoletas) grabadas en la roca al pie del Arabilejo. Pequeñas oquedades con sus canalillos serpenteantes se entrelazan y combinan en armonía indescriptible. La imaginación juega y mientras al visto persigue las distintas formaciones o grupos. ¿Qué expresan estos símbolos? ¿Que rito ancestral motivé la creación de los mismos? Desde el lugar y en la lejanía se divisa se con templa en el horizonte la "vetusta ciudad de místicos y visionarios" que tanto amara el Maestro Azorín. De III milenio a.C. conocemos dos poblados establecidos en el llano, dedicados a la agricultura y el pastoreo: La Balsa y La Ceja. Ambos han proporcionado abundante material cerámico y lítico. Dos enterramientos colectivos de esta época, denominada Eneolitico o Calcolítico, según preferencias, completan la nómina. Nos referimos a la Cueva de la Atalayas y la Cueva de la Sierra del Cuchillo, con ricos ajuares funerarios.
El mayor desarrollo demográfico en la Prehistoria, en nuestro territorio, llega con la Edad del Bronce (II milenio a.C.). Catorce poblados han sido identificados por el momento. Todos ellos se sitúan en altura, en pequeños cerros de 700 a 900 m. a.s.n.m., situándose a lo largo de dos valle corredores (Rambla de los Serranos, que discurre en dirección NO SE y la Traviesa de Caudete, que lo hace de Oeste a Este>. Los poblados en cuestión se sitúan en: Pulpillo, Tobarrillas, Rincones, Monte de Felipe, Cerro J. Molina, La Chimenea, Casa Sánchez, Umbría del Fator Cerro de la Magdalena, Cerro de la Campana, El Serral, Portichuelo y el Castellar
Yecla, área de transición entre el Levante y la Meseta, se ha configurado desde la Prehistoria como zona de convergencia de culturas. Sus recursos agrícolas y ganaderos, y en cierto modo su privilegiada situación geográfica, ha sido factores esenciales para el desarrollo humano. Las primeras manifestaciones del hombre nos sitúan en el Paleolítico con dos buenos ejemplos en los yacimientos de La Fuenta y la Cueva del Lagrimal. Mejor conocido es el Neolítico (V milenio a. C.). Las muestras de cerámica cardial o montserratina, así denominada por su técnica decorativa y lugar de procedencia, junto con la magnífica industria lítica asociada a ésta, sitúa al yacimiento del Monte de lo Secos entre los mejores ejemplos del neolíco peninsular Sin embargo, la Joya de la Prehistoria en nuestro municipio, es sin lugar a dudas el donde se encuentran las pinturas rupestres de los Cantos de la Visera y la Cueva del Mediodía. En ellas el naturalismo y el esquematismo se muestran con toda gran expresividad en figuras simbólicas de difícil interpretación, a través de las cuales el hombre han reflejado su paso por este lugar desde el V al II milenio a.C. Lo simbólico y lo mágico se acentúa más cuando observamos las esculturas (cazoletas) grabadas en la roca al pie del Arabilejo. Pequeñas oquedades con sus canalillos serpenteantes se entrelazan y combinan en armonía indescriptible. La imaginación juega y mientras al visto persigue las distintas formaciones o grupos. ¿Qué expresan estos símbolos? ¿Que rito ancestral motivé la creación de los mismos? Desde el lugar y en la lejanía se divisa se con templa en el horizonte la "vetusta ciudad de místicos y visionarios" que tanto amara el Maestro Azorín. De III milenio a.C. conocemos dos poblados establecidos en el llano, dedicados a la agricultura y el pastoreo: La Balsa y La Ceja. Ambos han proporcionado abundante material cerámico y lítico. Dos enterramientos colectivos de esta época, denominada Eneolitico o Calcolítico, según preferencias, completan la nómina. Nos referimos a la Cueva de la Atalayas y la Cueva de la Sierra del Cuchillo, con ricos ajuares funerarios.
El mayor desarrollo demográfico en la Prehistoria, en nuestro territorio, llega con la Edad del Bronce (II milenio a.C.). Catorce poblados han sido identificados por el momento. Todos ellos se sitúan en altura, en pequeños cerros de 700 a 900 m. a.s.n.m., situándose a lo largo de dos valle corredores (Rambla de los Serranos, que discurre en dirección NO SE y la Traviesa de Caudete, que lo hace de Oeste a Este>. Los poblados en cuestión se sitúan en: Pulpillo, Tobarrillas, Rincones, Monte de Felipe, Cerro J. Molina, La Chimenea, Casa Sánchez, Umbría del Fator Cerro de la Magdalena, Cerro de la Campana, El Serral, Portichuelo y el Castellar
La impronta pre-romana (ibérica) está bien marcada por yacimientos como la Cueva de la Zorra y la Hoyica del Río; Pulpillo, Marisparza, Torrejones y la Casa de la Ermita. No contamos con un poblado fortificado como ocurre en áreas próximas (El Amarajo, Bonete; Meca en Ayora o Coimbra del Barranco Ancho en Jumilla>, el poblamiento ibérico estará localizado en pequeños establecimientos agrícolas en llano que a la postre, y desde el siglo I d.. serán potenciados durante el dominio romano, convirtiéndose "villas rústicas" (las cuatro ultimas referenciadas), dedicadas a la explotación de la vid, olivo y esparto, constatándose un extraordinario desarrollo económico en la zona, perfectamente comunicada con el trazado viario romano. El mayor esplendor de estos centros agrícolas nos sitúa desde la segunda mitad del siglo III d.C. hasta principios del siglo V d.C. Desde esa fecha y hasta el siglo XI nada o muy poco sabemos del acontecer histórico en estas tierras, quizá la respuesta esté en el Cerro del Castillo, a cuya falda norte, se encuentra la actual ciudad de Yecla.
En el siglo XI sabemos que fue construida una fortaleza (Hisn) de considerables dimensiones, lo que indica el valor estratégico que debió tener el lugar durante los últimos tiempos del Califato Cordobés y el período del Reino de Taifas. Será en el siglo XII cuando adquiera una mayor importancia ya que el Hisn o castillo rural no sólo contaría con las instalaciones defensivas propiamente dichas, sino que aparece un núcleo de población que era conocido con el nombre de Yakka (topónimo antecedente de la actual Yecla), vocablo no árabe que probablemente obedezca a la raíz pre-romana, Iko o Ika. Yakka en aquellos momentos era centro de un distrito rural (Iqlim) del que dependían varios núcleos de menor importancia Pahal o qarya (Cortijos, Alquerías), identificándose en la actualidad dos de ellos (Torrejones y Pulpillo). Yakka fue patria del poeta satírico AbuBakr Yah ya ben Abbalqalil ben shal al Yakki (el yeclano), considerado por As-Saqundi como "el maestro de la Sátira en todo el occidente islámico -
Desde 1244 Yecla, junto con Villena, Sax y Caudete pasarán a pertenecer a Castilla. Tras la sublevación de los mudéjares en 1264, Murcia quedará integrada definitivamente en Castilla, creándose el Señorío de Villena al que perteneció Yecla bajo el gobierno del Infante D. Juan Manuel. En 1280 D. Manuel otorga a la villa el Fuero de Lorca, lo que suponía no pagar diezmo, ni portazgo, ni almojarifazgo en los puertos de Lorca, Murcia ni otros lugares de Castilla, de pan, de vino, higos, ganados ni cualquier otra mercancía.
En agosto de 1476, Chinchilla, Albacete, Hellín, Tobarra, Villena, Yecla y Sax, organizan, después de reunirse en Corral Rubio, sus defensas contra el Marqués de Villena, D. Diego López Pacheco, enfrentado a Isabel 1 de Castilla, que el 2 de septiembre de 1476 confirmaría los privilegios de la villa de Yecla. La confirmación de privilegios significaba el compromiso de la reina de no enajenar a la villa de la corona real. La segregación definitiva del Marquesado de Villena se producirá el 25 de marzo de 1480, momento en el que los Reyes Católicos notifican al Concejo el nombramiento de Gaspar Fabra como su corregidor, ordenando la no obediencia al Marqués de Villena. En 1484, los Reyes Católicos confirman los Privilegios de la villa de Yecla y en 1488 participará activamente en la guerra de Granada, con la aportación de carretas y hombres, lo que le valdría el título de Muy Noble y Muy Leal.
El siglo XVI supondrá una centuria de gran desarrollo en todos los órdenes. Demográficamente se pasa de 1025 habitantes en 1530 a 3091 en 1597. La producción agrícola, con la roturación y puesta en cultivo de numerosas tierras, se cifra entre 1520-1550 en un 27%, pasando entre 1550 y 1590 a un 46%. La ganadería vive también un gran momento gracias a la apertura definitiva de la Vereda de los Serranos, que venía a conectar las serranías de Cuenca con los pastos murcianos de Cieza, Librilla, Lorca y Alhama. Sin embargo, el mayor auge se verá reflejado en el transporte de mercancías. Existían a principios de este siglo más de 500 carros censados, y la aduana de Yecla se situaba la segunda en cuanto a ingresos a nivel de todo el estado.
Hacia 1530 se había finalizado la construcción de la Iglesia de la Asunción (Iglesia Vieja), concluyéndose igualmente las obras de la Plaza Mayor ampliando el entramado urbano con la apertura de una nueva calle: La Corredera. En la segunda mitad del siglo XVI se instalará en Yecla los Franciscanos, primeramente en la Ermita de la Magdalena y con posterioridad en la de San Sebastián (San Roque), construida en el siglo XIV en acción de gracias por la protección del vecindario ante una epidemia de peste
A comienzos del siglo XVII, la comunidad franciscana contarán con nuevas instalaciones, de las que en la actualidad sólo se ha conservado la Iglesia de San Francisco y la Capilla de la Virgen de las Angustias, construcción aneja a la primera, construida a mediados del siglo XVII. La impronta francisca caló hondamente en la población de Yecla durante los siglos XVI al XVII; debiéndose fundamentalmente a tres razones: en primer lugar; por la figura carismática de Fray Andrés de la Rosa (1554-1624), instalado en Yecla desde 1576, cuyos poderes curativos, ciertamente prodigiosos, adquirieron gran fama, siendo objeto en vida de una veneración popular fuera de lo común. A su muerte se iniciará el proceso de beatificación del llamado "Padre Santo de Yecla", sin que llegara a buen término por razones que desconocemos. En segundo lugar, los franciscanos, desde 1605 habían conseguido el Castillo Árabe. Vistas restos muralla patronazgo de la villa, con lo que ello comportaba de ventajoso frente al clero regular
Y finalmente, la incidencia que tuvo en la vida municipal la Venerable Orden Tercera Franciscana, que desde 1720 acogió en la regla a seglares, pasando de 250 hermanos en su fundación a más de 600 en 1748. En 1 763 fue la promotora del encargo a Salcillo del grupo escultórico de Nuestra Señora de los Dolores (Virgen de las Angustias), que con gran júbilo popular se recibió de 28 de enero de 1764.
En los años iniciales del siglo XVII, la corona española vive un enfrentamiento bélico, prácticamente una guerra civil, por dirimir la sucesión al trono a la muerte de Carlos II, último rey de la dinastía de los Austrias. Felipe V primero de los Borbones, es quien a efectos testamentales debe ocupar el trono, la oposición del Archiduque Carlos de Austria habrá de saldarse con el enfrentamiento militar Yecla intervendrá directamente en el conflicto desde sus inicios a favor de la causa borbónica, participará con aportación de hombres en los sitios de Jijona, Onteniente y Fuente la Higuera, Játiva y Caudete (1705-6), sufriendo en sus propias calles los efectos de la guerra el día 12 de abril de 1707, en que la villa es tomada por las tropas austríacas que no dejan piedra sobre piedra. Meses después la villa vuelve a ser saqueada, dejando a su población en la más absoluta miseria. Estas penalidades serán compensadas por Felipe V que otorga el título de"Muy Noble, Muy Leal y Fidelísima villa de Yecla", además de otras concesiones. Esto ocurría el 7 de octubre de 1707.
La Guerra de Sucesión significa cerrar un capítulo de la historia de Yecla en el que la miseria, pobreza, hambre y turbulencia social había marcado un largo período decadencia iniciado a comienzos del siglo XVII. Dos personajes de esta centuria merecen especial atención, Martín Soriano Zaplana, Zaplana (héroe local y origen de las Fiestas Patronales de Ciudad) y Martín Muñoz Salcedo, bandolero, que por sus proezas quedaría grabado en la memoria de las clases populares.
El siglo XVIII supondrá un período de reactivación de la villa en todos sus órdenes. Desde el punto de vista urbano se produce una extensión hacia la vega construyéndose amplían y rectilíneas calles. Demográficamente de 3.450 habitantes en 1760 se pasa a 10.440 en 1774. La agricultura experimenta un nuevo impulso, triplicándose las tierras puestas en cultivo: a finales del siglo XVIII había 10.000 fanegas cultivadas pasando a 37.303 en 1761, con un claro predominio del cultivo de la vid y el olivo.
En la segunda mitad del siglo XIX, Yecla, vivirá un nuevo desarrollo económico basado en la creciente actividad vitivinícola. Ello vendrá unido a un importante cambio en la fisonomía urbana debido a las nuevas necesidades creadas. En la década de los ochenta, y sobre todo bajo la alcaldía de Epifanio Ibáñez, se construirá una nueva Lonja, se mejorarán las instalaciones de la Casa Consistorial, se construirá el Teatro Concha Segura, serán acondicionados los accesos a la ermita del Cerro del Castillo, reformando el propio santuario, la ciudad contará con un matadero municipal, alumbrado de gas, etc., y una nueva Parroquia, la del Niño Jesús. En todo este proceso de modernización de la ciudad, el arquitecto Justo Millán Espinosa será una pieza clave.
La ndustrialización vendrá con nuestro siglo. Los viejos artesanos toneleros y carpinteros orientarán su actividad a la fabricación del mueble, que adquiere desde mediados de la década de los sesenta una importancia vital para la vida económica de Yecla. La Feria del Mueble, con periodicidad anual, ha sido el factor decisivo del gran desarrollo económico experimentado en las dos últimas décadas.