Las calles antiguas, apoyadas en la ladera norte del Cerro, retorcidas y estrechas, tienen un sabor peculiar; donde se respira el alma de la Yecla milenaria. Nombres sugestivos calle de la Iglesia, de Isabel, de las Once Vigas, de Granada...- pregonan historia. De vez en cuando, una plazoleta recogida, una fuentecilla, alguna escalinata en una empinada calle y hornacinas con azulejos religiosos multicolores. Un paseo al atardecer sosiega el espíritu y evoca reminiscencias de la Yecla literaria.